Publicado el 15 de Junio de 2018, Viernes Lourdes Paredes Cuellas
Opinión - Mayo se tiñe de reivindicaciones para celebrar el primer día del mes. Los madrileños, por su parte, saben quiénes, sin embargo, deberían ser las reivindicadas. Cuando los soldados trataron de llevarse al infante Francisco de Paula, estalló el grito definitivo: "¡Que nos lo llevan!". Gritos de mujeres, no de mujeres monárquicas, si no de mujeres defendiendo a otras madres, a sus hijos, como nadie sabe defenderlos. Viva las madrileñas que empujaron al resto de madrileños a luchar contra los abusos de los que detentan el poder por la fuerza y la violencia. Reivindiquemos pues la indignación, la capacidad de salir a las calles y luchar contra las injusticias.
Porque Mayo ha venido como se fue marzo, cargado de fechas claves para salir a las calles. Y no solo para comer caracoles y festejar en ferias, cruces y romerías, sino para dar rienda suelta ante el estupor de algunas sentencias judiciales, de los consabidos recortes en educación y sanidad, de las miserias con el que regatean a los jubilados su merecido descanso, hasta en AMAZON los trabajadores se organizan para llevar sus reivindicaciones a la calle y decenas de conflictos repartidos por toda la geografía española en contra del terrorismo patronal auspiciado por la Reforma Laboral que saca pecho en la macroeconomía y hunde el pecho a miles de trabajadores sin convenios colectivos. Ya no hay no hay necesidad de pactos sociales.
Pero a pesar de que es necesario salir a las calles, aunque el tiempo no termine de acompañar, aunque se empeñen en crear miedos, confundir a la población y promocionar el individualismo para que nada cambie, el capitalismo, con la globalización, su último estado conocido, tiene diseñado un planeta en el que un tercio de la humanidad vive de los otros dos tercios. Y hasta que nuestras pequeñas y legítimas batallas no apunten al centro mismo del sistema económico-social-político-cultural, me temo que el 1º de mayo seguirá sirviendo para hacer puentes con el que engañar a aquellos que buscando una vida placentera se cubren de una podredumbre interior que apesta cada poro de su piel.
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