Publicado el 16 de Marzo de 2017, Jueves Lourdes Paredes Cuellas
Opinión - Todos sabemos su origen. Más o menos, estas fiestas recogen las tradiciones precristianas de las fiestas Bacanales y Saturnales de la Roma antigua. El Cristianismo intentó reconducir este periodo de desenfreno, de orgía, de mucho vino en honor de Baco y en las que sus sacerdotisas glorificaban el placer. Una lección de vida y de muerte. Hoy en día, ¡viva la civilización y el orden!, se ha convertido en una celebración pagana que sirve en muchos casos de válvula de escape de los problemas cotidianos. Porque los problemas están antes, durante y después del Carnaval.
Sin embargo, los Borbones parecen vivir en un perpetuo carnaval. Disfrazados de corderos, han ido variando su tipo a medida que la sociedad lo contemplaba desde la distancia. Y así pasaron a ser continuistas del franquismo, hacia una transición hacia el Poder, con mayúsculas sin pasar por un Referéndum. Se pusieron un traje de cazador que esbozaba un leve perdón, pero ocultaron que el safari fue organizado por el magnate sirio de la construcción Mohamed Eyad Kayali. Se ponen al servicio del país, pero financiamos un patrimonio enorme e incierto. Y si cometen un delito, el que sea, ahí está el artículo 56, "la persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad". La justicia es igual para todos, menos para ellos y los yernos.
Todos sabemos qué es el Carnaval. Y todos sospechamos quiénes son estos Borbones. Pero olvidamos algo de ambos: las Bacanales eran secretas y privadas. En el Carnaval de los Borbones nosotros no estamos invitados, aunque ellos disfrutan de esa fiesta pagana gracias al beneplácito de todos nosotros. ¡Viva el Carnaval, abajo la sociedad que lo permite!
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