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Hoy es Viernes, 29 de Marzo de 2024
DESDE EL JERGÓN
Publicado el 19 de Enero de 2023, Jueves

J.J. Caballero

Cultura -

Tiempos nuevos, tiempos benévolos; tiempos viejos, tiempos salvajes. Es la eterna dicotomía, el pretérito latido que nos mantiene vivos y suspirando. Respirar ya es harina de otro costal y faena para otras mentes privilegiadas. Si no sabemos ni queremos pensar, podremos despertar algún día y escuchar otras palabras que hasta ahora habíamos obviado. Abro el pestillo y descorro las cortinas a la lluvia que no llega a mojar. Tendré que volver a heñir los recuerdos y aplastarlos con el rodillo de los pensamientos impunes. Hasta aquí puedo leer. Hasta allí quiero correr. Desde ahí espero volver. No son solo vientos de cambio los que nos asolan, también falsas campanas de poder y extraños saludos desde lejos, algunos con la mano abierta con la que les gustaría golpearnos. Prefiero quedarme al margen, aparte y amasando la mejor parte. Ni se me pasa por la cabeza alternar mis acentos con sus aproximaciones, ni mucho menos inmiscuirme en sus asuntos inútiles.

El rigorismo me impide ser objetivo pero sí objeto de renuncia. La denuncia se anuncia ya en primera plana y en último plano. En los días por venir solo buscaré un refugio, aunque sea dentro de mí mismo, para protegerme de los ruidos pero no de los sonidos. Estos son buscados a propósito, aquellos ignorados aposta. Si todos mis colombroños se empeñan en seguir adelante en mi nombre, todo es cuestión de agradecerles la faena, buena o mala, según juicio impopular. Suenan y no cuelan. Vuelven pero revuelven. En el armario ya no vive nadie, salieron todos los esqueletos a pasear un espíritu falso del que jamás consiguieron apropiarse. Y por cierto, eso de la adecuación y la adaptación es solo un cuento chino para niños japoneses. La latitud es incorrecta, la aptitud es inconexa. Cueste lo que cueste, saldremos adelante y escalaremos montañas mucho más altas que la que dejamos atrás. El camino sabuloso nos sabrá a gloria una vez recorrido por todos los márgenes.

Padezco de nosofobia e ignoro cuál será el próximo mal que contagiaré. Parezco una estatua a la que hacer preguntas, un bien ganancial con espacio reservado en el salón, apenas una nota en la pared de la casa del vecino. Nada que pueda jugar al despiste cuando está todo más que claro. Superen esta independencia si pueden, la verdadera, no la del colmado de la esquina, sino la del gran almacén de nuestros pecados. Intenten alegar daños colaterales y solo conseguirán destrozos naturales. Si no es el sino será el camino, y si no fuera por el destino sería por el desatino. Provoqué el penúltimo incendio en el porche y sigo esperando que traigan más leña para avivar el fuego, que no se diga que no sé terminar el trabajo. Únanse si lo estiman oportuno, a la fuerza tendré que seguir afanado en mis propias miserias, que para algo están ahí incordiando día sí y día también. No se extravíen por esos andurriales de dios o del diablo, que los ángeles acechan con sus tonadas tristes y nocturnas para desviarles del verdadero pensamiento único. El que dice dónde y cómo están las cosas a día de mañana, pues el hoy desaparece y renace en forma de ayer. Anteayer y pasado mañana vendrán a reportar las noticias perdidas que a nadie interesan. Será porque no sacamos entrada para la nueva arlequinada que no nos han dejado la ropa adecuada en el umbral. En toda la ecúmene y a través de cualquier otra tierra perdida habremos de aposentarnos.

Jautos, planos y carentes de aristas con las que defendernos asolamos el pazo y adoramos el plazo. Nos gusta sentirnos necesitados y aún más el sabernos necesarios. Para estar y no ser, para poder y no saber, para hablar y no pronunciar. Decir nada que pueda molestar y no asegurar algo que quieran escuchar. Nadie es dueño de nadie ni esclavo de sus palabras, no se dejen engañar por el silencio bien estudiado. Esto no es más que una reunión de almas nefelibatas, inconscientes y puras en su propia impureza. Invitados están a la festichola que incluirá un carnaval privado para el que no se requiere disfraz. Bastante tenemos con nuestra presencia. Los himnos idolátricos que cerraron la ceremonia pasada ahora se retuercen entre los dientes y los gestos de desesperación afloran inútiles entre los dedos de los pies. Son solo partes del universo, apuntes físicos en medio de una debacle local. Háganlo extensivo al contexto deseado, seguro que no fallan en sus presentimientos.

 

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