Publicado el 18 de Julio de 2022, Lunes J.J. Caballero
Cultura -
Intentar llegar a algún lugar, a alguna parte nueva e
inexplorada, sin sufrir el hollín de hollar del hombre ni el trajín del trajear
de la especie, es la nueva frustración contemporánea. El sonido del aire es
psicodelia para los sentidos, y se dibujan guitarras atmosféricas en las nubes
que acompañan nuestro devenir. Las gavias por las que descienden al infierno
los tristes de corazón se rompen en mil brazos de grisú incontrolable, y las
intoxicaciones derivadas resurgen en evanescencias de espíritus libres y
eternos. Tanta poesía rebuscada no es buena, ¿verdad? Ante el riesgo de
incomprensión y hartazgo lo mejor es dejar las cosas lo más claras posible y
utilizar las letras más simples localizables. No me acusen de evasivo ni mucho
menos de pedantería, que es uno de los ocho pecados capitales en caso de que, y
ya es un hecho, estos amplíen miras tan perniciosamente como algunos las
pensamos. A quienes solo conocemos un camino para contar mentiras se nos
deberían perdonar ciertas osadías. Disculpas y culpas encubiertas.
A un alma párvula, apocada y apesadumbrada en su propia
agonía, lo mejor es no interpelarla con atavíos verbales inútiles. Hacia dónde
queremos ir y a dónde queremos llegar con toda esta zarandaja es algo aún por
dilucidar, pero seguiremos en la lucha por comprendernos a nosotros mismos. Los
otros, las pieles, los pulmones, las gónadas, ya consagradas a otros menesteres
más prosaicos, arderán al viento de la yesca incipiente y nos dejarán
amartelados al amanecer y amancebados al atardecer. La gente es así, se abruma
y se apremia con suma facilidad cuando los miedos proceden de tantos frentes
abiertos y muchas mentes despiertas. Estar a las puras y a las más puras, como
venir por delante y por detrás, para que el placer sea doble si se sabe interpretar.
Volvemos juntos, de la mano y a trasmano, al pudridero donde el resto de los
tiempos nos harán arena infinita y nada absoluta. Al sol las penas con pan se
ponen duras. A la sombra las cuitas con miel se hacen rudas. A los fieles de
vocación se les acaba la mecha y la paciencia, como un reflejo del deshielo
emocional que sufriremos todos, si es que no lo estamos padeciendo ya. Desgaste
y empaste. Rescate y empate. Regate y mollate. La vida con vino es como la
sangre, que acompaña la letra con esfuerzo y dedicación hasta casi desgastarla.
Mensajes y engranajes descubiertos.
Hay galafates de guante negro y entrañas inmaculadas. Orates
de bulbo raquídeo afectado y malas conexiones neuronales. De los que dan
discursos y lecciones con la desvergüenza justa, que es mucha por desgracia.
Esto no se ha acabado, pues desde el preciso momento en que el conocimiento
deja paso a las miradas y éstas a las palabras de alabanza, el horizonte se
torna oscuro aunque nuestras retinas solo alcancen a detectar tonos claros y
amables. Acudimos a la recova como si de una subasta inútil se tratase, y eso
que andamos escasos de fondos y en consecuencia de alimentos. La anestesia se
resiente y la sinestesia se presiente. Hay un monstruo bajo mi cama que
repercute en la dulce espera, y al final acabará poniendo en mi boca una rosa
de seda que pinche otros labios por la mañana, cuando el dolor se solape con el
deseo. Nada que no hayamos vivido ya desde el inicio de los tiempos. Macilento,
propenso a la inopia, intento levantar las piernas en signo de protesta. Por
esta y la de todos mis compañeros. Por aquella y la del total de mis
compañeras. No hay martingala que valga en el envés de las hojas que reescriben
la historia. Allí los versos se transforman en besos y los restos en gestos. En
nada nos volveremos todo. En el todo está el reverso de la nada. Opuestos y
repuestos recubiertos.
Esos escritos hialinos, con su papel transparente y casi
inútil a la vista, solo parecen purrelas destinadas a compensarnos por nuestra
falta de previsión y provisión. Lo
preestablecido como margen de lo conseguido. Retirémonos a los marjales
profundos, alejémonos de la última reyerta y pasemos a ajustar las cuentas de
las puertas y ventanas. En la vindicta que nunca se hará pública se publicarán
las nuevas adicciones, ante las que sucumbiremos sin remedio ni ánimo. Es el
signo de la era, la marca del destino, la cicatriz del paso de los años. Sin
dejar huella, olvidando todo lo inolvidable y revolviendo las tripas de asco.
Pereza y corteza reabiertas.
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Noticia redactada por : J.J. Caballero
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